Hay, sin duda, un malentendido radical entre muchos críticos y creadores, sobre todo los muy jóvenes, que consiste en considerar a la locura o el desequilibrio mental la condición de posibilidad de la creación artística, como si solo pudieran ser artistas quienes bordean esa zona extrema que es la locura.
En un sentido los psicoanalistas se han cansado de afirmar lo contrario: nadie puede crear estando alienado, pues la facultad de simbolización, decisiva para el acto creador, se cual fuera su manifestación, falla. Quien está en brote psicótico no puede transformar en arte su delirio, sino que simplemente lo vive y lo sufre. Van Gogh, Artaud, tantos otros artistas que padecieron perturbaciones mentales, pintaban, escribían o componía solo cuando no estaban sometidos a ese “vicio absurdo”, como Virginia Woolf denomino a la locura. Es cierto, sin embargo, que en el acto creador se pone en juego la estructura misma de la subjetividad y el artista queda expuesto a las estructuras perversas anteriores a la conformación del sujeto, como lo ha señalado con admirable precisión Julia Kristeva en su estudio “La révolution du langage poétique, y que los experimentos de liberación de las fuerzas creadoras a partir del alcohol, las drogas y los estados limites de conciencia en general , iniciados por Novalis y continuados por una larga lista de creadores a los que luego volveré pues están directamente conectados con la poética de Alejandra, han sido fructíferos para el arte. Pero solo en tanto que liberación, a la que debía y debe seguir el arduo trabajo de elaboración artística, sin el cual el delirio provocado queda como en bruto, un paso al costado o atrás del arte. Porque para corregir, para trabajar sobre el lenguaje o los colores, es necesaria esa lucidez que la locura nos quita, Como bien lo demuestran, en otro nivel, los magros frutos de la escritura automática practicada por los surrealistas y los logros de la artesanía del lenguaje por la cual prácticamente todos optaron luego. Para ser artista, sin duda es preciso “estar un poco loco”, en el sentido de rechazar esta realidad sofocante, estúpida y convencional que muchos llaman “cordura”, tener la necesidad de sumarle algo que es la obra de arte para que ella y nosotros no muramos tan irreparablemente, es preciso sentir de la forma más aguda que algo nos falta, la fusión perfecta con la madre, para los psicoanalistas; la unión con la divinidad, para quienes tienen una fe religiosa; el descanso en El Ser, para los filósofos; La realización de una utopía histórica, para los materialistas, es preciso saberse en radical carencia. Pero para concretar esta carencia en una obra, es necesaria la lucidez del trabajo, que no puede realizarse sin un dominio último de la conciencia.
Fragmento de “Alejandra Pizarnik” de Cristina Piña Ed. Planeta